sábado, 10 de agosto de 2013

El cacahuate

El cacahuate fluye lenta y cuidadosamente por la apertura de mi boca; al finalizar la oración ya se habrá introducido en los tubos digestivos de mi sistema. Irá- ya despedazado por mis dientes- en busca de una salida que poco a poco mis jugos gástricos le brindarán. Aunque apenas alcanzan un nivel microscópico, las partículas del cacahuate despedazado no permiten pasar desapercibidas, la insondable grasa que fluye por su materia inerte permite su adhesión a las paredes de mi estomago y, antes de que finalice su recorrido ya habrá concluido su fechoría; los dulces gases que vienen en silencio, sutiles y ocultos, como la grasa en el cacahuate ya despedazado. Aunque humillado por mis dientes, el cacahuate no pierde su orgullo, confía en juntarse con otra materia y formar así un solo ente (ahora de mayor tamaño), que permita la venganza. Es por eso que, aunque desee salir, no perdona un último retorcijón.

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