Te veo. Tú no me ves, pero yo te
veo. Te veo en los parques leyendo, te veo haciendo la despensa, te veo tomando
el transporte urbano esbozando una sonrisa, con la esperanza- creo yo- de que
el camión te lleve algún lugar mejor. Te veo en tiempos libres, en tiempos
laborales, en tiempos medios. Te veo y me gusta. Como te dije antes: tú no me
ves a mí. Qué importa. No tienes porqué conocerme. Yo te conozco, pero no lo
suficiente. Conozco tus hábitos, conozco tus gestos, conozco las palabras
altisonantes que desprende tu boca cuando algún imbécil intenta aprovecharse. Y
desconozco. Desconozco tus sueños, tus pasiones, tus pensamientos, cómo besas.
De este lado es mejor, sólo viéndote, puedo imaginar.
Imaginar está bien. No puede uno desilusionarse, habría que ser muy bruto para
desilusionarse en menudas tribulaciones de la mente. No te hablo, sin embargo,
hemos compartido muchos diálogos, muchas facetas: aquí, en mi mente. Te veo. Y
el único vestigio de mi hallazgo es este escrito y, mi memoria, claro.
En varias ocasiones ya, he practicado- frente al espejo- mi
presentación.
-
Hola, me llamo fulano de tal. Te veo a diario y
no sabías. No soy espía ni te sigo. Bueno, sólo vine a decirte lo hermosa que
te ves este día.
Y lo pospongo. No estamos listos. Sería más prudente
tropezarme intencionalmente contigo y pedir disculpas, embarrarte el café que
tomas cada mañana mientras finjo que me avergüenzo, decir: <<Perdón.
¿Cómo puedo remediarlo?>>. Acto seguido limpiarte y disculparme
nuevamente, invitarte a un café, a un restaurante, a un parque o a donde
quieras más. Sería más prudente tropezarme intencionalmente y fingir que no te
veo. Pero no es así. Sería falso, impuro. Por eso digo que es mejor de esta manera. Yo,
por mi parte no te doy explicaciones, sólo te veo; tú, a la vez, sigues tu vida
habitual, que es lo que me gusta ver. Si nos presentásemos y actuarás
diferente, me desilusionaría y, uno es muy viejo ya para las desilusiones y
justificaciones.
Podrías llamarlo límite, yo lo llamo deseo. Y mientras este
deseo que me llena por dentro, que me hace abrir la ventana, pegar mis codos a
la repisa, inhalar aire fresco y, virar abajo y encontrar tu cuerpo
reaccionando con el mundo, siga latiendo, yo estoy bien. Mientras dure esta
adicción, que no causa daño a nadie más que a mí, seguiré viéndote cada que mi
ventana sea abierta, cada que la vista me lo pida, a través del tiempo. Perenne
en el mundo es mi amor no correspondido. Perenne en mi corazón está tu imagen
impregnada.
Te veo ahora, en este momento. Hablas con el oficial. Te reclama,
discuten. ¿Te apresa?
¿Qué?...
El observador sale de
su casa y la ve de frente. Está llorando.
Habla con el oficial.
Dirige la mirada a ella. Sigue llorando.
Se presentan.
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