martes, 4 de septiembre de 2012

El observador


Te veo. Tú no me ves, pero yo te veo. Te veo en los parques leyendo, te veo haciendo la despensa, te veo tomando el transporte urbano esbozando una sonrisa, con la esperanza- creo yo- de que el camión te lleve algún lugar mejor. Te veo en tiempos libres, en tiempos laborales, en tiempos medios. Te veo y me gusta. Como te dije antes: tú no me ves a mí. Qué importa. No tienes porqué conocerme. Yo te conozco, pero no lo suficiente. Conozco tus hábitos, conozco tus gestos, conozco las palabras altisonantes que desprende tu boca cuando algún imbécil intenta aprovecharse. Y desconozco. Desconozco tus sueños, tus pasiones, tus pensamientos, cómo besas.
De este lado es mejor, sólo viéndote, puedo imaginar. Imaginar está bien. No puede uno desilusionarse, habría que ser muy bruto para desilusionarse en menudas tribulaciones de la mente. No te hablo, sin embargo, hemos compartido muchos diálogos, muchas facetas: aquí, en mi mente. Te veo. Y el único vestigio de mi hallazgo es este escrito y, mi memoria, claro.
En varias ocasiones ya, he practicado- frente al espejo- mi presentación.
-        Hola, me llamo fulano de tal. Te veo a diario y no sabías. No soy espía ni te sigo. Bueno, sólo vine a decirte lo hermosa que te ves este día.
Y lo pospongo. No estamos listos. Sería más prudente tropezarme intencionalmente contigo y pedir disculpas, embarrarte el café que tomas cada mañana mientras finjo que me avergüenzo, decir: <<Perdón. ¿Cómo puedo remediarlo?>>. Acto seguido limpiarte y disculparme nuevamente, invitarte a un café, a un restaurante, a un parque o a donde quieras más. Sería más prudente tropezarme intencionalmente y fingir que no te veo. Pero no es así. Sería falso, impuro. Por eso digo que es mejor de esta manera. Yo, por mi parte no te doy explicaciones, sólo te veo; tú, a la vez, sigues tu vida habitual, que es lo que me gusta ver. Si nos presentásemos y actuarás diferente, me desilusionaría y, uno es muy viejo ya para las desilusiones y justificaciones.
Podrías llamarlo límite, yo lo llamo deseo. Y mientras este deseo que me llena por dentro, que me hace abrir la ventana, pegar mis codos a la repisa, inhalar aire fresco y, virar abajo y encontrar tu cuerpo reaccionando con el mundo, siga latiendo, yo estoy bien. Mientras dure esta adicción, que no causa daño a nadie más que a mí, seguiré viéndote cada que mi ventana sea abierta, cada que la vista me lo pida, a través del tiempo. Perenne en el mundo es mi amor no correspondido. Perenne en mi corazón está tu imagen impregnada.
Te veo ahora, en este momento. Hablas con el oficial. Te reclama, discuten. ¿Te apresa?
¿Qué?...
El observador sale de su casa y la ve de frente. Está llorando.
Habla con el oficial. Dirige la mirada a ella. Sigue llorando.
Se presentan.

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