lunes, 24 de septiembre de 2012

Homosexualidad


Me mira, sé que me mira. Me mira y lo miro en respuesta. Sonreímos por lo bajo. No se puede sonreír por arriba sin consecuencias. No se puede besar sin remordimientos y, sin embargo, es tan placentero. Disimulamos. Salimos y quedamos de vernos en algún parque oscuro, en algún recoveco  de la ciudad donde sea libre nuestra preferencia. Me toma de la mano y tiene vello, a mí me gusta, me siento protegido. Es fuerte, musculoso y varonil. Delante de los demás es un pedante pero en la intimidad conmigo es muy diferente. Todo cambia cuando nos miramos. Lo poseo y me posee. Se sienten cosquillas cuando introduce su lengua en mi boca, que no pare por favor, y luego sigue, metiéndola en mi oreja acariciando con la yema de los dedos mi cabello y mi nuca; toma mi espalda. Dios, que siga bajando. Ya sobo mi pecho, juguetea un poco en mi abdomen mientras alza las cejas, su lengua, sus manos, sus ojos. Todo en él es juego, todo en él es prohibido. Dualidad que excita. Dios, que no pare. Ya no tengo camisa. Mis glúteos escuálidos son tocados firmemente por sus portentosas manos, el pantalón baja y la calentura sube. Y sigue subiendo. Su lengua no para de moverse: lame el sexo, respira en mi vello, sopla en la entrepierna, experimenta, yo sólo gimo. Quédate ahí, por favor. Me sonríe. Comienza lo oral. Lame, acaricia, lame. Frío,  calor, éxtasis, retorcimientos. Dolor, placer, frío de nuevo, calor. Adentro, afuera, adentro, afuera, frío, adentro, adentro, calor, adentro, afuera, sale. Ríe. Suspiro. Mi turno. Comienzo en su cuello. Es raro su cuello, no sé qué hago. Lo lastimo. Cuidado, dice. No puedo, digo. Vamos, no seas ojete. No puedo. Se enoja. Me visto. Se marcha. Enojada, enojado. Me quedo, frío, calor. Revivo momentos: la lengua, la mano, los ojos, dolor, calor. Todo está aquí, todo salió.

Son raras las cosas que uno se imagina a las tres de la mañana.

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