Se encontraba cálido en su alcoba
intentando agarrar el lápiz. Su mano temblorosa no le dejaba, su mente
titubeante mandaba señales nerviosas en dirección al cuchillo, en vez del
utensilio de madera. Los suspiros aumentaban y sus ojos daban vueltas, imágenes
venían a su mente y no salían de ahí, intentaba sacarlas en vano, pues estaban
impregnadas más dentro que las neuronas. Cerraba los ojos y sus pesadillas
cobraban vida delante suyo, los abría y veía sangre en la mesa, en su
controversia entre abrir o cerrar los ojos se levantó tirando la silla a su
paso y rengueando hacia el baño. Cada paso que daba, en su mente era un órgano
de su padre, cada que abría los ojos lo veía a él, muerto. Seguía rengueando
con dolor de estómago y en dirección al lavabo. Se encontraba vomitando el
desayuno cuando escucho una puerta cerrarse de golpe. Sorprendido intentó
correr hacia la puerta de su cuarto para cerrarlo, en su mente lo logró, pero
en la realidad se encontraba en el piso llorando. Había olvidado que tenía la
pierna desangrada, pequeño detalle. Gimiendo de dolor y frustración comenzó a
llorar, por primera vez en los últimos 40 segundos dejó de pensar, solo lloró.
Con coraje sobre sí, se envió una
cachetada, sin sentirla, se la volvió a dar, y a dar. Y nada. Su mano había
perdido fuerza y no podía hacerse más daño a sí mismo, con lágrimas reprimidas
e ira controlada se recostó en el piso. Viro alrededor, miró el baño lleno de
huevos y panqueques por doquier, no había atinado al lavabo y el asco volvía a su garganta, viró su pierna
y el resto de su cuerpo, cubierto en sangre. Volteó a la mesa y observo el
cuchillo y el lápiz, viró a… ¡CRAC! Giró
su cabeza hacia la puerta, que acababa de sonar, alguien se encontraba tocando.
Con un rostro alternando entre sonrisa y sufrimiento miró a su cama. Mientras
giraba su cara comprendía lo que veía.
-Abran en este momento. ¡Policía!
Analizó la cama una vez más y
sonrío, carcajeaba frenéticamente. Sus ojos gozaban de alegría, finalmente se
ahogó en el líquido rojo que emanaba de su risa.
La policía derrumbó la puerta y
descubrió dos cadáveres, un asesinato y un suicidio. Por fuera pudiesen identificar al asesino por
la inmensa leyenda en la pared que decía “yo mate a mi padre”. De analizar el
caso, habría sido diferente. Todo habría sido diferente.
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